Desescalada
Nadie se imagina cómo será la llamada nueva normalidad en lo que a la hostelería se refiere, y las dudas son aún mayores cuando uno se da una vuelta por los locales de las calles Laurel y San Juan, así como de sus adyacentes. La zona gastronómica por excelencia de Logroño y de interés turístico por antonomasia en La Rioja busca su «fórmula» de desescalada ajena a las fases planificadas oficialmente dadas sus propias características y peculiaridades en medio de una incertidumbre total.
El coronavirus parece amenazar especialmente la tradición del pincho y el vino mientras sus principales valedores, quienes regentan los establecimientos que dominan los bajos del afamado y frecuentado itinerario, esperan a ver la evolución de la pandemia para saber qué futuro les aguarda a sus barras. Primero, según dicen, la salud; después, el negocio… Aunque hay quien ya le está dando a la cabeza para adaptarse a la futura realidad más allá de las estrictas medidas de higiene.
Diario LA RIOJA se ha ido de ‘ronda’ por ambas calles, junto a sus travesías, Albornoz y San Agustín, para intentar desvelar cuáles serán los bares que vienen habida cuenta de que habrá que acudir manteniendo las distancias en zonas donde prácticamente no las hay y consumir de otra forma a fin de garantizar la seguridad de empleados y clientes.
Sobre el papel, bares y restaurantes han comenzado a recuperar gradualmente la normalidad desde el pasado 4 de mayo con la posibilidad de comida para llevar y, desde este lunes, podrán sacar sus terrazas al 50%. Sin embargo, por lo que a Laurel y San Juan respecta, sin mesas ni sillas que sacar –salvo excepciones–, nada ha cambiado. Todo sigue cerrado a cal y canto salvo contados casos como ‘La Casita’, en la travesía de Laurel, que optó por preparar pedidos; de la misma manera que el ‘De Bellota’, en la San Juan, se ha lanzado a hacer lo propio con ‘bocadillos’. «Algo hay que hacer», sentencia Lucio Sáenz.
El suyo no deja de ser el mejor ejemplo en la zona pues, justo en la esquina con Ollerías, atiende tras la minúscula barra del local más pequeño. Que le llamen ‘el cielo’ «porque solamente entran los justos» no es casual: 20 metros cuadrados y 10 personas de aforo que, de abrir en la fase 2, se reducirían a tres –un tercio– que, además, no podrían consumir en el mostrador; sólo sentados.
Si singulares son los locales, no menos lo es el consumo en los mismos… pues la propia calle no deja de ser una extensión. Y ello ha llevado ya a algunos, casos del ‘Tastavín’ en la San Juan y ‘La Brasa’ de La Laurel a prescindir de la barra y optar por limitarse a dar servicio de restaurante al uso. «Estoy acondicionando la parte de arriba y, de momento, dejo de dar servicio de barra y abro desde el 1 de junio como restaurante», confirma Pedro Cárcamo, del primero. «Barra fuera y aprovecho para colocar dos mesas», corrobora José Luis ‘Txebiko’, quien dice «entretenerse, y poco más», con los pedidos en ‘El Cachetero’.
‘Txebiko’ cree, particularmente, que vienen malos tiempos para los bares de pinchos a corto-medio plazo aunque, al respecto, otros confían en que la Laurel, como la San Juan, «aunque tengan que pasar varios meses de tal o cual manera, seguirán siendo las calles de siempre».
La mayoría, de momento, a la espera y sin posibilidades de volver a subir la persiana. «No abriremos hasta que las condiciones que nos ponen sean las adecuadas y, sobre todo, por respeto a nuestras plantillas y nuestros clientes», adelantaba este mismo jueves el presidente de la asociación de la Laurel, Fernando Elías, del mesón ‘El Abuelo’.
Desde la misma, «primeros en cerrar, incluso antes de la declaración del estado de alarma», piden abiertamente una flexibilización de los ERTE para poder ir incorporando al personal progresivamente –permitiendo extender sus efectos más allá del levantamiento de la alerta–, además de una normativa, sanitaria, también clara en forma de protocolos que aún no se conocen. Y es que, aparte de los porcentajes de aforo con los que tampoco están de acuerdo, el sector mantiene las dudas en torno a varias cuestiones que afectan directamente a la viabilidad de los negocios concebidos como hasta ahora.
Desde ‘La Laurel’, en cualquier caso, se han barajado alternativas para la reapertura, desde tomar la temperatura a los clientes hasta la colocación de arcos con agua nebulizada con desinfectante. «Hemos vistos todas las opciones que ofrece el mercado, incluso el ozono, pero sin aforos y protocolos específicos igual nos condenan hasta a no volver a abrir», comenta Adolfo Sáenz, de ‘El Muro’. Richard García, de ‘Taberna de Correos’, de momento ha sustituido las cartas de papel con las que prestaba su particular servicio por unas pantallas en el local y un sistema de códigos QR.
La emergencia sanitaria y el confinamiento, además, ha pillado de imprevisto a los que tenían nuevos planes para sus negocios. Así, Alberto Rodríguez, del ‘Torres Gastrobar’ de la San Juan, mantiene paralizado un segundo proyecto hostelero en la misma calle; y a Diego García, de ‘La Segunda Taberna’, le ha pasado lo mismo con su reforma… en la que, él sí, ha ampliado la barra.
Los «primeros en cerrar» piensan ser los «últimos en abrir»
Lo tienen claro. Tanto en la Laurel como en la San Juan. En la primera, además, han realizado una encuesta y todos los que han respondido se han mostrado a favor de no abrir hasta finales de junio o principios de julio en el mejor de los casos. Y, cuando lo hagan, igual que Hostelería Riojana han pedido un certificado para acreditar una «hostelería segura» en los próximos tiempos y dadas las circunstancias, la Laurel pide lo propio a las autoridades para la zona. «Cerramos los primeros y abriremos los últimos, pero abriremos… yo ya tengo pensado cómo hacerlo en las mejores condiciones», avanza Teresa Cenzano, de ‘La Taberna de Baco’. Y así, haciendo números para sopesar si merece la pena adaptarse a las fases e ir abriendo o esperar «porque se pierde menos dinero» –muchas de las rentas han bajado a la mitad, pero no todas–, se suceden las opiniones. Azucena Sanz se lo piensa con el ‘Soldado de Tudelilla’. «Con nuestro modelo seremos los últimos en reabrir… a ver qué condiciones nos ponen y qué posibilidades nos dejan», concluye Diego García, presidente de la asociación de la San Juan.